A priori, estas son buenas noticias, pues mientras más inversionistas lleguen, hay un impacto proporcional en las oportunidades de crecimiento.
Sin embargo, en los pasillos corporativos se escucha una preocupación genuina de dos problemas que arrastramos desde hace mucho tiempo: una falta educativa para construir profesionales a la altura del nearshoring, y la fuga de talento para cubrir la demanda.
Por una parte, tenemos muy pocos egresados de las carreras universitarias y técnicas, entre aquellas que están enfocadas específicamente en preparar a los profesionales para este fenómeno. Si bien algunas instituciones cuentan con talleres y capacitaciones, las soluciones manufactureras y la tecnología avanzan a mayor velocidad que la mayoría de los programas académicos.
Un estudio de la Cepal señala que uno de los principales obstáculos del desarrollo industrial en Latinoamérica se debe a la limitada disponibilidad de programas educativos; por otro lado, el Inegi reporta que en el país hay más de 1.6 millones de mexicanos en búsqueda de empleo, de los cuales más de un tercio tienen menos de 25 años.
A esto se le suma el segundo gran problema: el limitado personal con talento que ya está laborando, pero que se ve atraído por un puesto similar en firmas extranjeras que están ansiando reclutar el mejor personal.
Algunas razones que se han establecido como motivadores de esta fuga de capital humano son el ambiente laboral, las prestaciones, las condiciones y, claro está, el sueño profesional de ascender en el ingreso económico y capitalizar los esfuerzos en una mejor calidad de vida.
Si damos un vistazo rápido, los datos de Glassdoor dicen que un ingeniero electromecánico llega a ganar 582 mil pesos al año en México, mientras que su homólogo anglosajón supera el 1,300,000 pesos.
Abordar este problema no implica elevar los sueldos por el cielo para competir con los extranjeros, sino darle la seguridad a nuestro talento de que están en una compañía que los valora y sabe remunerar.
A nuestros representantes les toca hacer su trabajo y velar por la educación; mientras, por nuestra parte, nos toca dialogar y acercarnos a los formadores educativos para mostrarles que aquí hay una oportunidad para todos, que en la manufactura hay crecimiento y proyección de carrera.
Y, finalmente, debemos aprovechar el conocimiento de nuestros colaboradores, de la cultura local, para entender que hay maneras, más allá de lo económico, de desarrollar el talento y la permanencia del mismo.